La 37ª del Rally Dakar toca a su fin este fin de semana. Durante los últimos quince días, más de tres centenares de participantes han surcado la geografía argentina y boliviana a lo largo de etapas de orientación larguísimas, cruzando desiertos, riscos, cadenas montañosas y, de forma excepcional, caminos embarrados. En su octava edición en Sudamérica, sin embargo, hemos querido fijarnos en algo paralelo a la competición: el impacto económico y medioambiental de un rally mastodóntico y, claro, caro.
Toda organización de un evento deportivo viene aparejada de la mano de un retorno de la inversión (ROI, por sus siglas en inglés), que es ponderado tanto por el país/ciudad que alberga el evento como por la empresa encargada de ponerlo en práctica. Su medición es siempre conflictiva, porque entran en juego diversos factores, tanto para unos como para otros: éxito deportivo de las pruebas, interés generado en la audiencia y en las televisiones, lucimiento del país/ciudad en cuestión, impacto turístico, gastos acometidos para acomodar a los participantes y a sus exigencias, etcétera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario