El objetivo planteado para el año 2020 parece ya inalcanzable: quería reducir al 50% las víctimas en carretera respecto al registro de 2010. Pocos son los países que pueden presumir de reducir las víctimas mortales en sus carreteras según lo establecido por la UE y nuestro país ve cómo siguen aumentando año tras año. Las estadísticas nos obligan a un mayor compromiso futuro con la seguridad vial, pero debemos ser optimistas pues aunque lejos del objetivo, Europa dibuja una curva de fallecimientos decreciente en relación a años anteriores. Y esa es la mejor noticia: poco a poco, y no al ritmo deseado, pero en Europa tenemos menos muertos en nuestras carreteras. Aún así, hay mucha labor aún en la que trabajar por delante y con la ayuda de todos los países miembros, Europa podrá presumir de la seguridad de sus carreteras.
No sólo no desciende, en España crece
El balance de fallecidos en 2017 nos ha dejado malas sensaciones si tenemos en cuenta los propósitos que se establecieron casi una década atrás. Desde la Comisión Europea se confirma la peor de las noticias: España no ha conseguido frenar el número de muertes en carretera, sino que éste ha crecido por primera vez en lo que llevamos de siglo. Una tendencia creciente que dura ya un largo tiempo y que, en parte, tiene sus causas en la mayor movilidad derivada de la salida de la crisis económica y la ansiedad de la rutina laboral.
España se encuentra entre los países de la UE con más de 1.000 muertos por accidentes de tráfico al año, siendo, además, uno de los miembros europeos donde el repunte ha sido mayor, especialmente entre los años 2015 y 2016. A la espera aún de las cifras oficiales de 2017, no debemos salvaguardar demasiadas esperanzas. En cualquier caso, nuestro país se establece en la clasificación como el quinto por la cola de Europa, pues Polonia, Reino Unido y Rumanía también han acusado una enorme subida en este periodo. Dentro de los datos de España es destacable la incidencia de accidentes mortales en los motoristas, un 2% más alto que en el resto de países de la UE.
El caso de Italia es interesante de analizar pues a pesar de haber aumentado el número de fallecidospor primera vez en los dos últimos años, los accidentes ocurridos han sido mucho menores, por lo que podemos deducir que, en este caso, han sido más graves y con consecuencias letales. Por el lado contrario, los alemanes son el ejemplo a seguir, pues han ido reduciendo progresivamente su cifra de muertos en carreteras, destacando un descenso importante del 7% entre 2015 y 2016. El motivo principal de ello puede ser la enorme inversión en infraestructura viaria que se ha presupuestado.
Francia, por su parte, ha mantenido la estadística, aunque su balance en este último año es complejo ya que, a pesar de que las muertes disminuyeron un 0,6%, los accidentes con daños, heridos y personas hospitalizadas sí se vio incrementado. Las causas principales de fallecimiento en las carreteras francesas son el exceso de velocidad (31%) y el consumo de alcohol (29%) o estupefacientes (9%), por este orden.
El objetivo de 2020 todavía lejano
Con estas estadísticas parece claro establecer que la meta fijada para el año 2020 en relación a la reducción al mínimo de los datos de fallecidos sea hoy en día inalcanzable. Una verdadera lástima pues hace no tanto nos manteníamos que las expectativas aún altas.
Por ello, desde la UE se ha trasladado la intención de reducir, al menos, a la mitad las víctimas del año 2010, aunque incluso este dato parece lejos de su objetivo. El pequeño descenso del año 2016 no ha sido suficiente para poder esperanzarse. Aunque los números hablan por sí solos, lo importante de todo este esfuerzo es salvar vidas, y al igual que ocurrió en el año 2010, cuando tampoco se cumplió el objetivo, la curva sigue descendiendo año tras año con un perfil claro de mejora, aunque se reduzca a una velocidad menor de la convenida.
La buena nota de España es en la estadística sobre el número de víctimas por millón de habitantes. Nuestro país ha fijado el dato en 37, una cifra optimista que sólo superan Países Bajos, Reino Unido y Suecia. En el conjunto de los 27 países de la Unión, las víctimas mortales crecieron un 3,3%, pero son Bulgaria, Rumanía, Letonia y Polonia, principalmente quienes acusan este aumento del promedio.
Además, como ya hemos comentado, con la recuperación económica, los ciudadanos usan más sus vehículos y por lo tanto son más susceptibles de sufrir una eventualidad en carretera. De esta forma se entiende que a partir del año 2012 las víctimas hayan podido aumentar: si se reduce la movilidad, se reducen las muertes.
No sólo una mayor movilidad ha provocado el aumento de accidentes mortales. En ciudad, la relación entre peatones, ciclistas y vehículos motorizados aún tiene mucho campo en el que trabajar para evitar el altísimo porcentaje de heridos graves que provoca la coexistencia en este entorno urbano. Además, el volumen y densidad de tráfico no dejan de aumentar, con un parque automovilístico cada vez más envejecido, de igual manera que sus conductores, quienes sufren las consecuencias de la edad. El mantenimiento de carreteras y autopistas se ha visto perjudicado por la reducción de presupuesto durante la etapa de crisis y, por supuesto, no debemos olvidar la amplia labor que aún queda por hacer para prevenir el error humano, los despistes, el consumo de alcohol y drogas, el uso del teléfono móvil al volante y la concienciación y sensibilización en seguridad vial.
Reforzar la seguridad vial en UE es prioritario
Los estados miembros de la UE y, por supuesto, todos los ciudadanos debemos intensificar la labor de sensibilización para acercarnos un poco más al objetivo de reducir a la mitad las muertes en carretera antes de 2020. Para ello, una medida planteada a nivel local y nacional es la de identificar los puntos negros de la seguridad vial y aquellas vías que estén en peor estado para ponerle remedio cuanto antes con infraestructuras adecuadas. Las campañas de educación y concienciación deben intensificarse para obligar a cumplir estrictamente el código de circulación e interiorizar el papel y esfuerzo que debemos aportar los conductores.
Por último, existe una gran perspectiva en torno a la conducción autónoma y conectada y su importancia en la prevención de colisiones. La Comisión europea valora el potencial de estos vehículos en constante desarrollo y considera clave que la tecnología y la innovación continúen evolucionando en favor del futuro de la seguridad vial, para que Europa pueda salvar vidas con las estadísticas en la mano.
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