Existen muchas circunstancias en las que el tránsito en las ciudades requiere que extrememos nuestro cuidado por la seguridad vial. Una de ellas, muy popularizada, es la que tiene lugar durante el tiempo en que los más pequeños son dejados o recogidos en el colegio.
Es reconocido que alrededor de muchos centros centros escolares se producen aglomeraciones de tráfico. Esto lleva aparejado mayores posibilidades de que se produzcan incidentes e infracciones de la normativa. Además, en muchas ciudades, ese aumento de la circulación en determinadas horas se produce en zonas urbanas desprevenidas de semejante tránsito, lo que provoca situaciones complicadas. En cuestión de seguridad vial, es mucho lo que podemos hacer por evitarlas y, de paso, servir de ejemplo de educación vial a las generaciones venideras.
Las autoridades locales suelen cuidar por satisfacer las necesidades de los usuarios de la vía a esa hora, a la vez que realizan un seguimiento para evitar las infracciones más comunes. De estas, podemos destacar algunas que, desafortunadamente, se han terminado por generalizar. Hemos de prestar especial atención para tratar de evitarlas, por nuestra seguridad, comodidad y el mal ejemplo conductual que suponen para los pequeños.
1. Estrés innecesario
La fórmula del estrés a la hora del colegio es sencilla. Los ingredientes que se suelen dar se entremezclan: un tiempo limitado de actuación, imprevistos lógicos en relación con los pequeños y expectativas de un tránsito fluido que chocan con lo contrario.
Es de entender que esta combinación llegue a provocar cierto estrés y nerviosismo. En mucho países, existen servicios escolares para dejar a los niños en el colegio que persiguen evitarlo. Uno de los motivos añadidos es que los pequeños pueden llegar a contagiarse de este tipo de actitudes, sumando una causa más a este mal endémico que, según algunos expertos, les está alcanzando también a ellos.
2. Conducción agresiva
Una de las posible consecuencias del estrés puede ser una conducción agresiva. Algunos conductores sufren desajustes emocionales ante ciertas situaciones. Estos son a su vez el origen de una mala experiencia al volante a la par de incidentes viales.
Si a esto le sumamos, para el caso que analizamos, que nos encontramos en un contexto escolar, el riesgo que puede generarse es más grave. No podemos dejar de condenar todo gesto de violencia al volante y mucho más en las inmediaciones de un colegio. Hay que tomar las medidas para tratar de evitarla a toda costa en estas situaciones.
3. Accesos bloqueados y estacionamientos indebidos
Ese “a toda costa” se puede aplicar a determinadas actitudes en la puerta de los centros escolares. Ciertos estacionamientos invitan a pensar que dejar a los más pequeños se ha convertido en una cuestión de urgencia.
En ese sentido, encontramos vehículos estacionados en lugares donde está expresamente prohibido. Claro ejemplo de esto consiste en internarse en las aceras aledañas de los colegios para estacionar. Este es otro factor de riesgo para otros niños que utilizan esas vías peatonales bloqueadas. Lo mismo ocurre cuando accedemos a zonas peatonales o específicamente restringidas al paso.
Bloquear zonas es, además, contraproducente para el propio tránsito. Hay que ser consciente de que, indirectamente, esto termina por afectar al propio vehículo que comete la infracción. Si entorpecemos de forma generalizada la circulación atacamos de forma directa a la fluidez del tráfico y esto se traduce en mayores tiempos. Es decir que por tratar de ahorrar tiempo y evitarnos unos pasos de más (porque, por ejemplo, está lloviendo), no solo incurrimos en una infracción, sino que obtenemos el efecto contrario.
4. Maniobras temerarias
La frustración que generan están situaciones acaba provocando también actitudes temerarias al volante. Por ejemplo, en ocasiones se dan aumentos de velocidad muy por encima de lo permitido y recomendable en zonas de tránsito escolar, giros peligrosos o adelantamientos no permitidos. Se ha de ser especialmente consciente del riesgo que provocamos con este tipo de conductas viales.
5. Bebés solos en el coche
Una de las conductas más reprobables que, por desgracia, se da ocasionalmente en la puerta de los centros escolares, es la de dejar a bebés y niños solos en el interior de los vehículos. Ocurre, por ejemplo, cuando en la familia uno de los pequeños acude a un centro en concreto y el otro no.
En este caso, los que sufren esta temeridad de primera mano son los más pequeños. No existe una excusa que pueda justificarlo. Aparte de la irresponsabilidad en la que se incurre, los niños y, sobre todo, los bebés que se encuentran en esta situación se pueden topar con reveses no tan inesperados como un golpe de calor.
6. Sillitas mal ajustadas
De vuelta a esas situaciones de estrés, estas también provocan efectos indeseados sobre el uso de las sillitas infantiles. En este 2018 hay cambios en la normativa que hemos de tener en cuenta. A la hora de transportar a bebés y niños a los centros, no podemos dejar de descuidar un uso adecuado de las mismas, más allá de su instalación y sus recomendaciones.
Para ello, se han de tener en cuenta todos los ajustes de cada sistema de retención infantil de forma individual y pormenorizada. Puede que parezca accesorio, pero no lo es. Adaptar el sistema a las proporciones del niños, establecer un mantenimiento de los SRI y evitar pequeños desajustes que se producen por el uso frecuente contribuyen a disminuir en buena medida el riesgo en caso de siniestro. Y es que pueden reducir el 95% de las lesiones graves si se utilizan bien.
7. Ignorar el impacto de la contaminación en los niños
La contaminación ha dejado de ser un aspecto secundario y disociado de la seguridad vial. Es más, es causa de una larga lista de enfermedades y problemas de salud pública. Si a esto sumamos el tránsito que se vive en los alrededores de los centros escolares, damos con una situación perniciosa para los pequeños. La viven a diario.
Es una cuestión sobre la que se han y se están realizando numerosos estudios que concluyen de forma idéntica. Los niños respiran un aire muy contaminado en la puerta de los colegios. Se ha de prestar la atención que se merece a este fenómeno e informarnos en la medida de lo posible. Y es que, la propia contaminación es peligrosa para los niños incluso en el interior del vehículo.
¿Qué fue del hábito de ir caminando al colegio?
Este último “pecado” apela a adoptar o recuperar hábitos viales muchos más saludables a la hora de acudir a los centros escolares. No hace tantas décadas, ir caminando o utilizar el transporte público eran las formas más generalizadas de conducir a los niños al colegio. Estas costumbres se han reducido ante el éxito del transporte privado y la comodidad instantánea que implica.
Con todo, en la actualidad existe una tendencia a recuperar los viejos hábitos, debido a los cambios estructurales que las ciudades están viviendo. El tráfico en la ciudades puede que no esté destinado a desparecer, pero sí que es cierto que poco a poco se está estimulando cada vez más su reducción. Esto afecta de lleno a muchos centros escolares urbanos y provocará que muchas familias busquen, no dentro de mucho, formas alternativas de transporte para realizar esta tarea diaria.
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