lunes, 4 de abril de 2016

Las multas por cruzar en rojo en Bilbao ya son más de cien por semana, el 10% del total

BILBAO|

Los seis detectores en los cruces más peligrosos recaudan 400.000 euros y los accidentes se han reducido a menos de la mitad desde 2009

Los detectores de paso en rojo instalados en 2009 en seis cruces conflictivos del centro de Bilbao empiezan a formar parte del paisaje urbano. También se han convertido en un destacado contribuyente que aporta cerca de 400.000 euros al año a las arcas municipales. El balance de las áreas de Seguridad y Circulación y Transportes revela que los conductores se han relajado al acostumbrarse a estos dispositivos, por lo que el número de multas se ha disparado hasta más de cien por semana. Tanto es así que en estos seis puntos del entorno de Gran Vía, Mazarredo y Autonomía se ponen ya el 10% de las multas de tráfico de todo Bilbao.
La buena noticia es que también se han reducido de forma notable los accidentes. Fue la siniestralidad lo que encendió la señal de alarma durante los estudios previos al Plan de Movilidad Segura de 2006 en los cruces de Gran Vía con Iparraguirre y Mazarredo; Autonomía con General Concha; la plaza Víctor Chávarri con entrada desde Alameda Urquijo; Mazarredo y Colón de Larreátegui y Avenida del Ferrocarril y Autonomía. No sólo por el número de accidentes sino por el de víctimas, y prácticamente todos ocurrían por no respetar los semáforos. Por eso el Ayuntamiento decidió colocar ‘chivatos’ que registraran fotográficamente las infracciones para aportar pruebas fehacientes y disuadir a los conductores con prisas.
El primer día de funcionamiento, en octubre de 2009, los radares cazaron a una veintena de automovilistas. Su impacto se ha hecho notar en las estadísticas de recaudación y de seguridad vial. De los 26 siniestros contabilizados aquel año se ha bajado a menos de la mitad, diez en 2015, y en los últimos cuatro ejercicios no ha habido que lamentar ninguno mortal o con heridos graves. Esta evolución contrasta con la del resto de los cruces de la ciudad, que se mantienen en torno al medio millar de accidentes. La cifra más alta, 640, se registró en 2010.
Descenso de sanciones
Las multas también avanzan en direcciones contrarias. Las denuncias por saltarse el semáforo en rojo en estos seis puntos estratégicos han aumentado un 45%, de 3.894 en 2010 -primer ejercicio completo- hasta 5.666 en 2015. En cambio, en el mismo periodo, el número de multas de circulación (sin contar las de OTA) en todo Bilbao ha pasado de 109.433 a 54.297, menos de la mitad, un dato que no es ajeno al frenazo en todos los sectores que ha traído consigo la crisis. Por tanto, cada vez es mayor el peso específico del denominado ‘foto-rojo’, que el año pasado por primera vez superó el listón del 10% del total de conductores cazados.
Los automovilistas cometen menos infracciones en general y más en particular en estos cruces, probablemente por haberse acostumbrado a los dispositivos de control. Pero para la concejala adjunta de Circulación, Transportes y Medio Ambiente, Inés Ibáñez de Maeztu, el dato realmente importante es el descenso de accidentes. «La seguridad era el objetivo y entendemos que funcionan», remarca. Que haya más o menos multas depende de la conducta de las personas. De vez en cuando nos relajamos, como pasa con el cinturón de seguridad». Se da la circunstancia de que el año con mayor recaudación por multas en estos cruces, 658.000 euros en 2013, fue también el de menos accidentes, cuatro. En 2014 hubo un repunte de víctimas de pronóstico leve.
La edil socialista recuerda que la elección de estos seis puntos «no fue aleatoria» y descarta el «afán recaudatorio» de los radares. «Están señalizados y los bilbaínos sabemos perfectamente donde están, igual se despista la gente que no está habituada». De momento no han identificado otros cruces peligrosos a los que extender este sistema de vigilancia, que ayuda a reducir la velocidad, y con ella el riesgo de accidentes, «aunque sigan pasando en rojo. Tenemos que educar en una conducción un poco más lenta en la ciudad. Al final, en tiempo no se gana nada», concluye Inés Ibáñez de Maeztu.

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